Dale a SEGUIR, para que siga poniendo series turcas 🔻

La venganza de Madonna

Toda la atención se ha concentrado hasta ahora en I don't give a..., el tema con el que Madonna se desquita de Guy Ritchie tras su calvario matrimonial: «Me importa una mierda...». Y se ha hablado también mucho de Gang bang, la canción más impetuosa de su nuevo álbum, donde la material girl promete volver a disparar en la cabeza a su amante si algún día coinciden en el infierno. 

Pero en MDNA, que así se llama el disco que saldrá a la venta el próximo día 26, hay también sitio para la celebración del amor y de la vida. A sus 53 años, Madonna admite que tiene que soltar las riendas y dejarse llevar (Falling free), se confiesa como una yonqui emocional (I'm addicted) y advierte que sigue siendo, ante todo, una pecadora (I'm a sinner). 

Tal vez por eso, después de los latigazos vengativos de electro house (con la ayuda del DJ italiano Marco Benny Benassi y del francés Martin Solveig), Madonna vuelve a confiar en la mano amiga del productor británico William Orbit, artífice del brillante Ray of light. 

Pero si alguien define el presente y el futuro de la cantante femenina más exitosa de todos los tiempos (300 millones de discos vendidos, y sumando) es, sin duda, su novio de 24 años, el bailarín Brahim Zaibat. A él va dedicado el tema Superstar, en el que la cantante confiesa a la francesa su devoción en cuerpo y alma (Oh La la) y promete compartir con él su clave secreta del teléfono móvil. Por ahí se empieza... 

Madonna parece decidida a que 2012 sea de nuevo su gran año, que podría culminar con campanas de boda (él le ha hecho ya la propuesta formal y corren rumores sobre los preparativos nupciales). Pese a la tumultuosa relación de ocho años con Guy Ritchie, la cantante ha confesado que no quiere vivir sola, que echa de menos «algunos aspectos» de la vida en matrimonio y que necesita «un socio» en su vida, como la mayoría de los mortales. 

«No puedo escribir en una pieza de papel: no tendré relaciones con hombres más jóvenes'», admitió Madonna a la cadena estadounidense de televisión ABC. «Ocurrió porque ocurrió. Es mi parte romántica. Encontré a alguien por quien sentí algo… y casualmente tenía esa edad»(la misma que Jesús Luz, el modelo brasileño que le precedió). 
Give me all your luvin, el tema que sirvió de anticipo de su duodécimo álbum y que ya adelantó en la Superball (asistida por M.I.A. y por Nicki Minaj), tiene también algo de declaración directa y contagiosa a su nuevo amante, al que conoció en los almacenes Macy's en septiembre de 2010. Le vio bailar hip hop durante el lanzamiento de su marca de ropa Material Girl, y el calambrazo fue mutuo e inmediato. 

La presencia entre líneas de Zaibat se detecta también en la letra enamoradiza de Masterpiece, que ya anticipó en la banda sonora de W. E., la película sobre el romance transgresor entre el rey Eduardo VIII y la americana divorciada Wallis Simpson, con la que Madonna ha intentado -sin éxito- quitarse la eterna espina del cine en este año ajetreado. 

La ambición rubia aspira pues a volver por sus fueros a golpe de electro pop, caminando por la senda de aquel Confessions on a dance floor. Y aunque Give me all your luvin ha pinchado a las primeras de cambio, aún hay terreno abonado para la redención entre los 16 cortes del nuevo álbum. 
En la primera audición en Abbey Road, la crítica coincidió en destacar dos temas que llevan precisamente el sello de Martin Solveig: I fucked up y Turn up the radio. Se trata, en cualquier caso, del álbum más sincero y autobiográfico de la diva, que parece haber roto el pacto de silencio tras la separación de su segundo marido (el primero fue Sean Penn). Intentó ser una «buena chica» y una «esposa perfecta», o eso dice (canta, mejor dicho). Pero se supone que no respondió a las expectativas de Guy Ritchie, y si al final fracasó, le «importa una mierda...».

A Ritchie, padre de su hijo de 11 años Rocco (a su hija mayor, Lourdes, la tuvo con Carlos León), le acusa de haberla vampirizado y «disminuido» como madre, esposa y artista. De algún modo, MDNA tiene algo de desquite personal de la útlima década y declaración de principios para la nueva era, marcada por Brahim Superstar Zaibat. 
Pese a las referencias bien directas, Ritchie no ha dicho aún esta boca es mía. Sus últimas declaraciones se remontan a 2011, cuando declaró a la revista Details que no se arrepiente del tiempo pasado con Madonna. «Pero el drama era excesivo, me metí en un culebrón y viví así durante un periodo demasiado largo de mi vida». El director de cine se ha gastado siete millones de euros en reformar la mansión que ha adquirido.

Comentarios